Ya han pasado 30 años, corría 1986, allí estaba yo, decidiendo que carrera hacía,
mis opciones, arquitectura o ingeniería de caminos. Mis datos, la imaginería
tradicional, un montón de consejos bienintencionados, dos panfletos explicativos
de ambas carreras y un recuerdo.
Os cuento una
anécdota, la cual relaciono con mi decisión de cursar ingeniería de
caminos en vez de arquitectura.
Como ingeniero especializado en geotecnia dedico una parte de mi tiempo, no pequeña, a intentar hacer ver a mi entorno que el riesgo es inherente a cualquier diseño o actuación, evidentemente, esta certeza es trasladable a todas las realidades de la construcción, pero en la geotecnia se hace mucho más evidente.
Frente al riesgo caben varios posicionamientos:
Por un lado, uno puede negarlo, asumiendo que si las cosas se hacen bien y se siguen las normas, todo irá bien. Esta posición en sumamente reconfortante, viene a ser como lo que yo llamo el efecto Reyes Magos (abajo lo explico).
El otro posicionamiento, y es en el que deberíamos estar los técnicos, es asumir que todas nuestras acciones tienen asociado un riesgo, frente al cual lo único, y no es poco, que podemos hacer es evidenciarlo, acotarlo (si es posible) y hacer todo lo posible para minimizarlo. De hecho, el ingeniero geotécnico, lo que hace es gestionar riesgos y mantener el riesgo final dentro de un rango que podríamos llamar asumible.
Aquí está el concepto, riesgo asumible, y aquí es donde empieza la dificultad, ya que muchos tienen una actitud asimilable al niño de 9-10 años, el cual tiene indicios sobrados para saber la verdad de los Reyes Magos, pero se resiste con toda su capacidad intelectual a aceptar la realidad.
La razón de la posición del niño es evidente, saber la verdad no me aporta nada, más al contrario, me sitúa en una realidad tremendamente incómoda. Uno, que ya es mayorcito, entiende este posicionamiento, de hecho, en ciertos aspectos de mi vida lo practico, sin mayor reflexión. El problema de este posicionamiento no es otro que la dificultad de gestionar el riesgo que implica.
Lo anterior me lleva a una de mis películas fetiche, MATRIX. No han sido pocas las veces que me he sentido como Morfeo explicando a Neo la realidad, con la diferencia respecto a la película Matrix, que muchas veces el otro prefiere coger la pastilla azul y seguir viviendo en su mundo de fantasía. Si tenéis tiempo mirad este video y reflexionar, os sugiero cambiar la palabra MATRIX por CERTEZA.
Por cierto, cuando a la persona que intentas convencer es técnico, como tú, o es una alto responsable de la administración o ambas cosas, es cuando te replanteas si vale la pena seguir.